Los disolventes orgánicos son de muy diferentes tipos y orígenes pero tienen en común su naturaleza hidrocarbúrica. Los disolventes orgánicos dependen en gran medida de su capacidad para disolver contaminantes orgánicos a escala molecular y esa capacidad depende por lo tanto en gran medida de la estructura molecular del disolvente. Son buenos para la disolución y limpieza de contaminantes orgánicos y películas, como aceites, grasas o ceras, son útiles tanto en aplicaciones de aspersión, limpieza manual o procesos de inmersión en frío y suelen ofrecer la ventaja de un secado rápido que no deja residuos. Sus inconvenientes pueden ser un punto de ignición bajo, riesgos para la salud que van de irritaciones leves a toxicidades severas o propiedades cancerígenas. En algunos casos se trata de sustancias que afectan a la capa de ozono y/o muy tóxicas para los ambientes acuáticos. Esto puede producir que su uso sea objeto de una fuerte regulación, que requiera un estricto almacenamiento y control de las emisiones y vertido o disposición final.